Diaria Metamaravilla

Hacer el desayuno a tu novia es algo más que cocinar. Es desear que una amalgama de componentes químicos entren en ella para hacerle el bien, para que sus papilas gustativas griten tu nombre, para que la energía haga brotar de nuevo en su despertar celular a la persona a la que quieres.

No es algo que pueda explicarse simplemente con operaciones de transferencia de materia y energía como calentar o mezclar alimentos. No. Tú quieres compartir esas tostadas, ese delicioso bacon, esa tortita, o esa pieza de fruta con tu mujer, quieres que todo le siente bien, quieres que sonría aunque tenga una cara de sopa hasta el suelo y quieres que si le apetece repetir, haya para ella porque tú lo has preparado ya y ese «porsiaca» existe de manera natural porque la quieres.

Cuidar de ella con esas cosas es querer cuidar de ella para todo. Es empezar el día cuidándola al igual que ayer lo terminaste abrazándola o dándola la mano quedándoos dormiditos viendo Star Trek. Es respetar su vida y saber que ella mañana te hará a ti lo mismo y te respetará igual. Es vivir una serie de momentos sencillos que hacéis gloria en la película de vuestra vida.

Por eso, cuando aquel día hice aquel primer desayuno para huesitos supe que iba a ser especial. Tardé un pelín más de la cuenta pero valió la pena. Fue ese sueño hecho realidad de hacer que se sintiera bien con esos alimentos que con tanto amor había preparado. Sería una tontería para muchos, pero para mí era lo más. Por eso, el hecho de plantearme desayunar con ella y que en el futuro nos hagamos cientos de miles de desayunos, cada uno con sus conversaciones, sus miradas y su amor, es un sueño de sueños hechos realidad, es una metamaravilla, una que engloba a otras muchas, y que desde luego te tienes que ganar cada día porque nadie más que tú sabe el valor de una sonrisa de tu mujer si ella es la mujer de tu vida.

 

 

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